domingo, 13 de abril de 2008

CONSEJO GENERAL DE BIOÉTICA, CANARIAS AÑO 2002

Este breve artículo hace referencia al consejo general de bioética que se celebró en Canarias en el año 2002. Me parece bastante interesante y bastante didáctivo, ya que sin una semántica muy complicada, podemos llegar a entender los principales reparos éticos que hoy en día se nos plantean.

Los problemas bioéticos que plantean las células madre son especialmente graves.
(En la exposición que sigue se refiere únicamente a las de los embriones, pues las del adulto,
aparte del referido al consentimiento informado de la persona de que se extraigan, no
plantean reparos éticos). El de más envergadura es, sin duda es el del estatuto del embrión,
que reaparece a menudo en cuestiones bioéticas. ¿Qué es un embrión humano? Si fuera un
montón de células sin vida individual, o un tejido desgajado del cuerpo de una mujer, o
chatarra biológica que se puede reciclar para ciertos usos médicos, o material excedente para
usar como se quiera, no habría conflictos éticos. Con la debida prudencia y las cautelas
legales estaría todo resuelto. Si fuera vida animal, como suponía Haeckel cuando estaba en su
apogeo la ley de que la ontogenia recapitula la filogenia, no vida de una persona, única en
toda la historia, podría sacrificarse para alcanzar altas metas. Si fuera física y química o una
hinchazón anormal, como un bulto o un tumor, no habría por qué detenerse ni andar en
contemplaciones para servirse de él, con picardía económica, como pieza de recambio o
mercancía de trueque con vistas al beneficio.
¿Pero y si fuera una persona? En los asuntos difíciles, las grandes encrucijadas que
solicitan que el hombre saque a relucir su ingenio para resolver problemas, no es un buen
procedimiento desdeñar ninguna hipótesis, o sea, enterrar la cabeza, como hace el avestruz,
para no ver lo molesto. En el que ahora me ocupa sería pura pereza, rutina intelectual, falta
de osadía teórica, no plantear la pregunta de si el embrión humano es una persona humana.
Eludirla, además de incompetencia, es irresponsabilidad, pues la persona establece los límites de acción.