Valoraciones muy positivas del reciente experimento vertidas en ABC digital
DOS equipos de investigadores -uno en Japón y otro en Estados Unidos- han hecho públicos los resultados de una nueva técnica experimental que puede invertir los términos actuales del debate político, ético y científico sobre la medicina regenerativa. El avance ha sido calificado como histórico porque permite retrotraer células adultas a su estado embrionario, de manera que actúan con la potencia regenerativa propia de esta fase del ser humano. Las conclusiones de ambos equipos científicos abren un campo de experimentación nuevo para una materia sometida a fuertes e inconclusos debates de carácter ético. Ahora bien, este avance científico en la manipulación genética de células adultas no debe alentar expectativas más allá de lo que realmente se ha conseguido, pues sería precipitado afirmar que ya es posible aplicar clínicamente la nueva técnica a concretas patologías y enfermos.
Sin embargo, el valor de este nuevo hito de la ciencia médica es determinante para cambiar ciertos planteamientos que estaban asentados sobre las limitaciones de la propia técnica investigadora, por un lado, y, por otro, sobre los condicionamientos de una especie de progresismo científico que descartaba cualquier límite ético a la utilización de embriones para la obtención de células madre. Es evidente que ese debate ético ha sido útil y ha dado sus frutos, porque si no hubieran existido gobiernos y científicos opuestos a financiar investigaciones que implican la destrucción de embriones, es probable que no se hubieran planteado las experimentaciones que ahora permiten potenciar la capacidad regenerativa de las células adultas. Queda, por tanto, desmentida la incompatibilidad entre la afirmación de límites éticos a la actividad científica y el avance de las técnicas investigadoras por cauces moralmente inocuos. La promesa de curaciones masivas de enfermedades cada vez más generalizadas y penosas -como el alzheimer- allanó el camino a los defensores de la investigación con embriones y redujo a la marginación a quienes oponían legítimamente, y con todas las bases científicas posibles a su favor, que el embrión es humano y no un amasijo celular sin valor digno de apreciación política o jurídica.
El giro radical que implican estos estudios, junto a las investigaciones y los ensayos clínicos ya en marcha con células madre adultas, confirma lo que muchos científicos ya habían advertido acerca de la eficacia de estas células frente a las embrionarias -en la medida en que aquellas presentan menos riesgo de desarrollos tumorales en los pacientes- y en la conveniencia de financiar las propuestas de investigación que ahora se han demostrado exitosas. Por eso, los científicos japones y estadounidenses han aportado mucho más que un avance técnico en la biomedicina. Han cambiado las condiciones de un debate ético y político distintivo de las últimas décadas, lo que deberá tener sus consecuencias directas tanto en futuros cambios de la normativa reguladora de la investigación con embriones y de la clonación terapéutica, como en la política de subvenciones, que ha beneficiado no sólo a científicos de calidad sino también a oportunistas sin prestigio, que, a falta de méritos propios, se hacían pasar por víctimas de la intransigencia moralista y religiosa. No se trata, en definitiva, de un debate religioso, aunque nada ilegítimo -todo lo contrario- habría en defender también el valor trascendente del ser humano en su fase embrionaria, como un elemento, fundamental para muchos, del planteamiento ético que debe estar presente en la biomedicina. Precisamente, si se ha producido este avance, que ahora es celebrado unánimemente, es porque ha habido científicos que buscaron alternativas a unas técnicas muy costosas éticamente y dudosamente eficaces para alcanzar los objetivos propuestas. Ahora empieza la responsabilidad de los políticos y de las opiniones públicas para extraer las consecuencias oportunas sobre un debate hasta ahora mal enfocado.
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